Grandes figuras

Desiderio Fernando Davel

Documento producido por la Comisión del Museo Histórico Desiderio Davel y el Académico Prof. Antonio Raúl de los Santos

El Dr. Desiderio Davel elaboró en la Argentina la primera vacuna antirrábica aplicada con éxito fuera de Francia, donde había sido creada por Louis Pasteur
Desiderio Fernando del Carmen Davel, nació el 23 de noviembre de 1857, en San Nicolás, provincia de Buenos Aires.

El 10 de febrero del siguiente año, fue bautizado en la ciudad de Cañuelas, cabecera del partido homónimo (según el certificado de Bautismo documentado por la Parroquia Nuestra Señora del Carmen). Sus padres eran argentinos: doña Pacomia Cobanera y don Francisco Marcelino Davel (juez de Paz de la ciudad).
Creció hasta los diez años en la estancia “El Carmen”, fundada por su padre, situada en la localidad de 25 de Mayo. Inició su escolarización en su casa natal.

En 1863, concurrió a la escuela pública de 25 de Mayo, pero luego tomó clases particulares durante cuatro años en su vivienda familiar. Estuvo pupilo en un colegio jesuita entre 1868 y 1871. Continuó sus estudios en la Universidad de Buenos Aires en la carrera de medicina. Sin embargo, tuvo que resignarlos por un año, por razones personales; no obstante, volvió con más empeño en 1879, rindiendo como alumno libre su primer año en la facultad. A posteriori, entre 1882 y 1885, por concurso de calificaciones, ganó el cargo de practicante interno del Hospital de Clínicas de Buenos Aires, y a la vez, se comprometió en la lucha contra la fiebre amarilla.

En abril de 1885 se doctoró con una tesis dedicada a su familia titulada: “Higiene de la alimentación infantil”.
Dos días después, se unió en matrimonio con Elvira Capanegra, y el mes siguiente, partió en luna de miel hacia Europa en el vapor Humberto 1º. Su idea era también aprovechar ese viaje y perfeccionarse con maestros europeos de la Pediatría, especialidad que estaba naciendo como disciplina distinta de la clínica de adultos.
Con ese propósito contactó con renombrados profesionales franceses, con quienes publicó un libro sobre enfermedades de la infancia.

El 6 de julio de 1885 en Paris, Louis Pasteur aplicó por primera vez en el mundo una vacuna antirrábica al niño alsaciano de 9 años Joseph Meister, que había sido mordido por un perro rabioso.
Esta vacuna elaborada por Pasteur después de cuidadosos estudios consiguió evitar que el niño enfermara de rabia, enfermedad hasta entonces siempre mortal.
Pasteur era un investigador, químico de profesión, pero no médico, tal como ocurrió con César Milstein que era químico, y recibió el premio Nobel de Medicina 1984, pero no médico.
Sin duda, Pasteur habría merecido el Premio Nobel (en su época todavía no había sido instituido), por sus aportes a la medicina que cambiaron concepciones hasta entonces vigentes sobre fisicoquímica básica, generación espontánea, fermentaciones diversas y enfermedades infecciosas transmisibles de animales al hombre.
La importancia del logro de la vacuna antirrábica conmocionó al ambiente parisino.

Motivado por el magno logro, el Dr. José C. Paz, ministro plenipotenciario de Argentina en Francia, fundador y director del periódico “La Prensa” de Buenos Aires, concibió la trascendental idea de convocar a una reunión a jóvenes médicos argentinos residentes en Paris, con el fin proponerles trabajar junto al maestro Pasteur y de esa forma poder llevar los beneficios de la profilaxis antirrábica a la Argentina y a todo el continente americano.
A fines del siglo XIX era usual que algunos médicos graduados en nuestro país completaran su formación en Europa, e inclusive volvieran a cursar nuevamente la carrera completa en Francia, tal como ocurrió con el Dr. Luis Güemes.
El Dr. Davel fue el único que aceptó el ofrecimiento de trabajar en el tema de la vacuna antirrábica.

Con una nota de presentación firmada por el Dr. Paz, el joven Dr. Davel se presentó a Louis Pasteur, probablemente sin imaginar que ese encuentro con uno de los más famosos investigadores biomédicos de todos los tiempos, le estaría abriendo sendas que transitaría con éxito el resto de su vida.
La aceptación parece haber sido instantánea y recíproca. Davel se incorporó al laboratorio experimental de la Rue d´ Ulm, Paris donde manifestó seriedad en el trabajo y gran habilidad práctica, lo que generó la confianza del sabio, quien en señal de afecto le regaló un conejo inoculado con el virus rábico, en julio de 1886.
El firme propósito y la fuerte tenacidad del joven médico argentino superaron las expectativas de Pasteur, pues con el paso del tiempo, reveló que dada la dificultad que conllevaba el viaje trasatlántico, no había considerado posible que la cepa del virus llegase en las condiciones necesarias al territorio argentino.
Los conocimientos incorporados por Davel en el laboratorio de Pasteur fueron puestos a prueba práctica: aquel conejo obsequiado, junto a otros ciento dieciocho semejantes, iban a ser trasladados a Buenos Aires desde el puerto normando de “El Havre”, en el barco francés a vapor, “Paraná”,
Davel armó en la bodega del barco un laboratorio en el que trabajó incansablemente durante la travesía transoceánica. Un mes después, arribó a destino con dos médulas espinales rábicas disecadas durante el viaje, más un conejo vivo, rabioso en estado paralítico.

Al llegar Buenos Aires fue poco valorado, en tanto lo recibieron extrañas e injustificadas adversidades. A pesar de haber presentado una nota del doctor Paz, dirigida al de ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, Doctor Eduardo Wilde, no obtuvo el apoyo que esperaba, y se vio obligado a improvisar un laboratorio en la casa de sus suegros, en la calle Solís 681, de la ciudad de Buenos Aires.
Allí, Davel utilizando instrumental alemán (donado por el Dr. Carlos Malbrán), preparó la primera serie de médulas espinales de animales inoculados con virus de la rabia. Las médulas espinales de animales muertos de rabia eran la materia prima para la elaboración de la vacuna antirrábica.
Sobre la base de su experiencia, Davel elaboró la primera vacuna antirrábica argentina y el 4 de septiembre de 1886, tan sólo catorce meses después de la aplicación en Paris del primer tratamiento antirrábico al niño alsaciano Joseph Meister, se practicaron en Buenos Aires las primeras inoculaciones de vacuna antirrábica a dos hermanos uruguayos José y Basilio Pinedo que habían sido mordidos por un perro rabioso en Montevideo.
Cabe señalar el significado de la confianza depositada en el Dr. Davel en un momento en el que no había antecedentes en nuestro país sobre la eficacia y tolerancia de la vacuna.

Con el resultado exitoso en cuanto a la prevención de la rabia y a la ausencia de efectos adversos en los dos pacientes, Argentina fue el primer país en el mundo en aplicar fuera de Francia el método creado por Louis Pasteur.
Estas dos vacunaciones son el mojón fundacional del Instituto Pasteur Argentino, que fue dirigido por el Dr. Davel entre 1886 y 1890.
Simultáneamente era jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas de la Casa de Expósitos (actual Hospital General de Niños Pedro de Elizalde). Con esta actividad quizá satisfacía su interés primario por la Pediatría.

En 1883 el Dr. José María Ramos Mejía fundó y dirigió la Asistencia Pública de Buenos Aires, con el objetivo de centralizar en esa institución la dirección científica de todos los establecimientos hospitalarios y de beneficencia de la ciudad. En esa línea de conducción, el Dr. Ramos Mejía decidió la incorporación del Instituto Pasteur a la sede de la Asistencia Pública, ubicada en la calle Esmeralda 66, de la Ciudad de Buenos Aires, con el propósito de incrementar los beneficios de la institución a la población general.

A comienzo de 1900, Davel regresó a París, ambicionando perfeccionarse en sus estudios de pediatría.
Visitó también Alemania, donde trabajó en el Instituto de Higiene de Marburgo, junto al ilustre profesor Emil A. Von Behring, laureado en 1901 con el Premio Nobel de Medicina por su descubrimiento del suero antidiftérico: Davel siempre rondando en torno a la inmunología, disciplina que en ese tiempo estaba naciendo.

Siete años transcurrieron hasta el retorno de Davel a la Argentina. En ese lapso preparó su nueva tesis, sobre “Los peligros del perro para la salud del hombre y los animales", que presentó a la Facultad de Agronomía y Veterinaria, de la Universidad de La Plata, con lo que obtuvo el título de Doctor en Medicina Veterinaria. Consecuentemente, ocupó diversos cargos, a saber: profesor de Zootecnia y Veterinaria, trabajó en el área de Ganadería y Agricultura regional de Santa Catalina; subdirector de la Asistencia Pública; director del Instituto Nacional de Ciegos. Primer titular de la Asociación Médica Argentina

En 1910 se incorporó como miembro de número a la Academia Nacional de Medicina, para ocupar el sitial N°25, dedicado a Biología.

En 1922 se suscitó un grave conflicto jurisdiccional, entre la Academia y la Universidad de Buenos Aires.
La Academia había conseguido el financiamiento y dirigió la construcción del edificio del Instituto del Cáncer pronto a inaugurarse. El Rector de la Universidad de Buenos Aires, Dr. José Arce en actitud ilegítima designó en el nuevo Instituto a autoridades directivas que no pertenecían a la Academia.
Estos hechos fueron interpretados como una usurpación, lo que motivó que varios distinguidos académicos reaccionaran y en señal de protesta renunciaron a la Academia, junto al Dr. Davel los Dres. Maximiliano Aberastury, Ángel M. Centeno, Pedro Benedit, Daniel Cranwell y Enrique Bazterrica.

El Dr. Davel falleció en Buenos Aires el 27 de octubre de 1943. Sus restos descansan en el Cementerio Norte, actual Recoleta.
Si bien el doctor Davel había pedido explícitamente que no le rindieran honras fúnebres, concurrieron a su sepelio grandes personalidades como los doctores: Alois Bachman, Francisco Ramos Mejía y Pedro de Elizalde.

Referencias bibliográficas

  • Arena, A. R. y Baudou, A. C. (1965). Antecedentes históricos sobre la rabia en la República Argentina. Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria. Buenos Aires.
  • Copello, M. A. (1996). El académico Desiderio Davel y el Instituto Pasteur de Buenos Aires. BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE MEDICINA, vol. 74, p. 57-61.
  • De Torres, R. A. y Cotto C. E. (2007). Desiderio Davel y la vacunación antirrábica. TODO ES HISTORIA, 480, p. 62-67. -Ramos Mejía, C. (1936). El laboratorio Pasteur en su cincuentenario. Buenos Aires.
  • Quiroga Marcial I. La Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires. 1822-1972.

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Evocar la figura de Élida Passo (1866-1893), es ante todo recordar el empeño y tesón que las primeras mujeres que intentaron acceder a la Universidad tuvieron que mostrar para vencer los prejuicios que la sociedad tenía sobre ellas por razón de su sexo. El caso de la farmacéutica Passo es pionero en el tema al ser ella la primera mujer que obtuvo un título universitario en nuestro medio, abriendo una ruta que parecía vedada al sexo femenino.

Nació Élida Passo el 18 de julio de 1866 y al ser censada en 1869 (primer censo nacional, presidencia de Sarmiento) se consignó su domicilio como “parte de la población urbana de la sección Carmen de Areco”[1]. Según las investigaciones de Carnevale Bonino su familia tenía una posición económica holgada, era hija del farmacéutico Juan Passo y posiblemente también su abuelo había ejercido la misma profesión.[2]

No existen en la literatura mayores datos acerca de la niñez ni de los estudios de juventud de Élida, aunque sí se sabe que en abril de 1882 presentó un certificado de terminación  de sus  estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Rara cuestión si se piensa que ese colegio solamente era para varones, circunstancia que más adelante se tratará de explicar.

Lo que sí está mejor documentado es un artículo aparecido en La Revista Farmacéutica el 5 de junio de 1882, Decía el mismo:

Es un hecho, el bello sexo inteligente desde hace algunos años a esta parte ha arrojado una mirada atrevida en el campo de la medicina, ha ensanchado sus horizontes, dedicando a la farmacia, ¿y porqué no?

Se nos refiere que en el aula de farmacia de nuestra Facultad de Ciencias Médicas … está favorecida por la asistencia asidua de una inteligente joven, que acompañada constantemente por su anciano padre no pierde conferencia alguna. Es indudable que su objeto es la farmacia, a no ser que siga medicina, amaestrándose al mismo tiempo en la difícil ciencia que tiene por estudio los medicamentos.[3]

Este artículo merece de por sí una serie de observaciones. El hecho que una mujer haya pensado en estudios superiores para su género se califica como “una mirada atrevida”, que tácitamente implicaba una invasión en un campo dedicado hasta ese momento a los varones,

Luego viene la aclaración de que concurre “constantemente acompañada por su anciano padre”. Dejando de lado el hecho de que en esos tiempos una persona, como en este caso el padre (de 51 años de edad), ya era un “anciano”, esa compañía paterna hace notar dos particularidades. La primera es que el farmacéutico Passo se trataba de una persona de ideas adelantadas  a su época, pues en lugar de querer  que su hija se procurase un marido para fundar una familia y ser protegida y gobernada el resto de su existencia, alentaba a Élida a lograr estudios superiores y autonomía personal. Pero ello no implicaba romper con la moral de su época, una joven soltera nunca salía de su hogar sola para evitar los peligros y tentaciones que la esperaban en la calle. De allí se explica esa “permanente compañía” de su padre.[4]

Dejando de lado lo que es evidente en el citado suelto del periódico, se puede tal vez inferir algo más por su forma de redacción. En efecto, el tono de la misma es juguetón y ligero. Es de suponer que si el hecho hubiese ocurrido con un joven de su misma tierna edad, el relato hubiera sido solemne y laudatorio, y no liviano y fresco como quien condesciende con una especie de travesura sin consecuencias.

Sin cejar en su empeño Élida Passo finalizó sus estudios secundarios presentando en 1882 un certificado de haber finalizado los mismos en el Colegio Nacional de Buenos Aires, firmado por el rector del mismo José Manuel Estrada.

El cómo una mujer pudo finalizar estudios  en un colegio de varones se podría explicar analizando su certificado analítico. No se conoce dónde efectuó sus primeros dos años de educación secundaria, pero luego rindió como alumna libre (es decir sin asistir al establecimiento) las materias de tercero a sexto año.

Pero no solamente tenía Élida esos antecedentes, además poseía un certificado de la Facultad de Humanidades y Filosofía donde se hacía constar una serie de materias aprobadas hasta 1881 de los estudios preparatorios de la misma por parte de Don (sic) Élida  Passo.

Finalmente en 1882 rindió en la Facultad  de Ciencias Físico Matemáticas Botánica y Química Inorgánica, que si bien se dictaban en esa Facultad eran asimismo necesarias como materias de Farmacia.

Primeramente realizó su inscripción en la Escuela de Farmacia dependiente entonces de la Facultad de Ciencias Médicas. Aunque era una carrera universitaria, la farmacia estaba valorada socialmente como una carrera menor, y tal vez por ello no tuvo objeciones y fue aceptada como la primera estudiante mujer de la misma. Aunque posiblemente nadie lo advirtiera era también la primera vez que una representante femenina ingresaba en una carrera  de la Universidad.                  

El problema se hizo evidente cuando estos antecedentes fueron presentados, sin fecha cierta, en el año 1883 a la Facultad de Ciencias Médicas por parte de la interesada, solicitando su ingreso a la misma. Esta solicitud fue denegada aduciendo la Facultad varios motivos tales como la incomodidad del resto de los estudiantes masculinos de tener una compañera mujer o incluso la indecencia de que la estudiante viera a un hombre desnudo. Como lo hace notar Natalia Bustillo algunas entidades como las Facultades de Medicina o de  Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, sostenían que las capacidades intelectuales femeninas eran inferiores a las de los varones, además del  hecho de que las mujeres, con su trabajo profesional, pusieran en riesgo el orden doméstico.[5]

Como podrá verse con un simple repaso de los casos similares en el mundo occidental, el fenómeno del rechazo a los estudios superiores por las mujeres era generalizado en esos tiempos. Valga como ejemplo los problemas que hubo de vencer la británico-norteamericana Elizabet Blackwell, primera médica moderna, rechazada por diez Universidades y admitida en la undécima porque los estudiantes creyeron que su propuesta era una broma.[6]

Para encarar ese obstáculo sólo le quedaba a Élida el recurso de la vía judicial. Pero aún éste no era un camino fácil pues el Código Civil no era muy favorable a las mujeres, muchas veces consideradas eternas menores.

Sin arredrarse  Élida Passo presentó su caso en  los tribunales. Pleito que por ser algo nada habitual llamó mucho la atención del público, logrando un fallo favorable. Antecedente que luego  invocaron Cecilia Grierson y Teresa Lanteri al solicitar sus respectivos ingresos.

Al mismo tiempo que realizaba sus estudios médicos, Élida Passo  finalizó los de Farmacia recibiéndose así el 15 de junio de 1885 como la primera farmacéutica argentina y la primera mujer con un título universitario en América del Sur.[7]

En sus estudios médicos continuó su progreso como practicante menor interna y luego practicante mayor en el Hospital General de Mujeres Rivadavia. Pero cuando estaba cursando los últimos años de la carrera empezó a sufrir de una enfermedad pulmonar consuntiva, probablemente tuberculosis, como quedó documentado en sus internaciones y pedidos de postergación de exámenes.

De esta forma su carrera se alargó durante varios años por lo que una estudiante que había comenzado en fecha posterior, Cecilia Grierson, pudo aventajarla y recibirse primero en 1889.

Cuando cursaba el quinto año de la carrera, Élida Passo falleció en Buenos Aires el 7 de mayo de 1993 a los 27 años de edad.                    

[1] Dellamea, Amalia Beatriz. Has recorrido un largo camino muchacha. Élida Passo y una lucha preterida. Centro de Divulgación Científica y Equipo de Gestión Editorial de la Facultad de Farmacia y Bioquímica.U.B.A. Bs. As. S/f.

[2]D´Alesio de Carnevale Bonino, Rosa.Elida Passo la primer farmacéutica argentina.  Boletín de la Sociedad Española de la Farmacia. Año XVIII Madrid. 1967.

[3] Revista Farmacéutica.Buenos Aires. Edición del 5 de agosto de  1882. Año XV. Tomo XX . N°I. Citado por Dellamea, A.B. Opus cit.

[4] Cf, Barrancos Dora. Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos. Sudamericana. Buenos Aires. 2010.

[5] Bustilo, Natalia. Reforma universitaria y feminismo: encuentros y desencuentros. Riberas, Revista de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Paraná (prov. De Entre Ríos).

[6]Michall Debra, Elizabet Blackwell. National Women History Museum. 2015.

[7] Palermo, Alicia Itatí. El acceso de las mujeres a la educación universitaria. Revista Argentina de Sociología. Buenos Aires Vol 4 N°7 Noviembre-diciembre 2006

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El Acad. Manuel Martí, comenta en este artículo del diario La Prensa sobre el origen y redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada en 1948 y celebrada a nivel mundial cada 10 de diciembre.

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A partir de la conmemoración del Día Mundial de la Diabetes, el pasado 14 de noviembre, el Acad. Manuel Martí, escribió un interesante artículo sobre los Dres. Banting y Best, “padres de la insulina”.

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El DPTM es el primer diccionario de lenguaje médico común y consensuado para facilitar la comunicación entre la población y los profesionales de la salud de España, América Latina y el mundo hispanohablante. Diseñado por la Real Academia Nacional de Medicina de España (RANME) y la Asociación Latinoamericana de Academias de Medicina, España y Portugal (ALANAM), el diccionario contiene más de 70000 términos e incluye sinónimos, variantes gráficas, términos incorrectos, infrecuentes o desaconsejados.

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Aplicación en la práctica clínica

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Barrera digestiva frente a los agentes patógenos. Diálogo entre microbiota e intestino.
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SIBO: mitos y realidades.
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Tratamiento dietoterápico asociado al farmacológico en el paciente con SIBO.
Lic. Paz Temprano

Probióticos en alimentos y suplementos.
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Alimentación y microbiota: perspectiva prebiótica.
Mg. Ángela Zuleta

Microbiota y edades tempranas.
Dra. Mabel Ferraro

Microbiota en edad avanzada ¿nuevo potencial terapéutico?
Dra. Gisela Medrano

El eje microbiota-intestino-cerebro.
Dr. Durval Rivas Filho

Relación entre microbiota y neurodesarrollo.
Dr. Ernesto Fernando Tobares

Potencialidad de Pre y Probióticos en enfermedades de la piel. Foco en dermatitis atópica como ejemplo de disbiosis.
Dra. Marta La Forgia

Intolerancia a histamina y microbiota intestinal. Encuentros y desencuentros.
Dr. Cristiano Rudge

Calidad e inocuidad de los alimentos fermentados: Derribando mitos.
Dr. Juan Martín Oteiza

Microbiota y salud. Hacia una comprensión integral de la diversidad microbiana.
Dr. Alberto Penas Steinhardt

Microbiota y enfermedades metabólicas crónicas.
Dr. Gustavo Frechtel

Alimentación y microbiota en salud y enfermedad.
Lic. Guadalupe Benavídez

Trasplante de microbiota intestinal y sus alcances.
Dr. Juan Antonio Sordá

Las fibras funcionales de la raíz de achicoria: Actualización sobre las últimas investigaciones en nutrición y salud.
Lic. Renata Càssar

Declaraciones de salud en alimentos funcionales: panorama internacional.
Dra. Bioq. Laura López

Desarrollo de alimentos probióticos y prebióticos. Una visión desde de la industria.
Lic. Pablo Renzulli

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El pasado 16 de noviembre se realizó un acto en memoria de los Académicos Alberto Agrest, René Gerónimo Favaloro, Jorge Antonio Insúa y Aquiles Juan Roncoroni por el centenario de sus nacimientos, así como a los Académicos Ernesto Aberg, Mauricio González Catán, Domingo Parodi y Manuel Porcel de Peralta en sus respectivos bicentenarios.