Dr. José María Penna
Autor: Prof. Dr. Abel Luis Agüero
Director del Instituto de Historia de la Medicina de la Facultad de Ciencias Médicas (U.B.A.)
La vida de quien fue el primer epidemiólogo de nuestro país es un claro ejemplo del progreso social, que la Argentina brindaba en la época a quienes con su esfuerzo contribuían al adelanto de la nación.
Tal fue el caso del Dr. José María Penna (1855-1919). El mismo era hijo de una familia formada por la criolla Ana Ferrari y el genovés Juan Penna, que emigró de Italia a Montevideo y luego a Buenos Aires.
Penna padre era masón (como más tarde lo será su hijo) y se hallaba complicado en los esfuerzos por lograr la unidad de su patria y como tantos otros, debió huir de las condenas que la Iglesia, los austríacos, los franceses del reino de las Dos Sicilias y otros tiranuelos de su patria habían dictado contra los revolucionarios del Risorgimento.
Instalado en Buenos Aires después de Caseros, José Penna ya casado participó de la expedición comandada por el también exiliado coronel Olivieri para fundar la Legión Agrícola Italiana. Cabe hacer una digresión al respecto: la Legión Agrícola Italiana, fue idea del entonces ministro Bartolomé Mitre de conformar con veteranos de origen peninsular una legión a la cual se le darían tierras de labranza, pero que conservarían su entrenamiento bélico. El propósito era, al igual que en el Imperio Romano, que estos agricultores – soldados protegieran a la ciudad la Protectora Argentina, (hoy Bahía Blanca) de los posibles malones de araucanos que se tentaran con saquear a ese extremo de la civilización, última expresión por tierra de la soberanía argentina en la llanura pampeana.
En enero de 1856 zarparon los colonos, pero su destino se malogró primero por ser portadores de la primera epidemia de cólera de nuestro país, y luego por una turbia rebelión en la que fue asesinado Olivieri.
Juan Penna como oficial formó parte con su familia de la expedición, y eso dió pie a suponer que, adelantado su presencia a la de la tropa, hubiera hecho nacer a su hijo en Bahía Blanca, mientras que otros autores ubican a su vástago como porteño[1].
Pero cualquiera sea su ciudad natal es sugestivo del destino que el futuro Dr. Penna haya pasado el inicio de su infancia en un medio afectado por el cólera, enfermedad que tanto estudió en su adultez.
Para ilustrar la carrera de su padre Juan Penna, se puede mencionar que luego fue guerrero del Paraguay, instructor de artillería del Colegio Militar y director del Arsenal de Guerra.
Ya en Buenos Aires José Penna hizo sus estudios secundarios en el Colegio Nacional Central mientras trabajaba en paralelo como operario de una herrería. Ingresó en la Facultad de Medicina en febrero de 1873 y ese mismo año debió desempeñarse como practicante en una epidemia de cólera. El año de 1874 lo encuentra en el cargo de subteniente de Guardias Nacionales en contra del alzamiento frustrado de Mitre que finalizó en la batalla de Las Flores.[2]
Terminado el episodio bélico retomó sus estudios y en 1876 fue practicante del Hospital General de Hombres, dos años después ganó el concurso de practicante interno del Hospital de Mujeres. En 1879 presentó su tesis de doctorado (obligatoria en ese entonces) sobre el tema Uremia dirigida por el Prof. Manuel Porcel de Peralta e impresa en la Imprenta La Patria[3]. Numerosos autores atribuyen a la misma el mérito de ser la primera tesis en la que se mencionan aspectos de la medicina experimental.[4]
Previo a su graduación, en 1876 fue socio fundador del Círculo Médico Argentino, del cual en 1885 se desempeñó como Presidente y Jefe de redacción de sus “Anales”. Simultáneamente dirigió además “La Revista de Ciencias Médicas”[5].
En su esfera personal Penna se casó a poco de recibirse con Lola de Tezano, y para sustentar su nueva familia pensó en ser un médico rural estableciéndose en Cañuelas. Lamentablemente su joven esposa falleció a los 25 años de un derrame cerebral, por cuyo motivo Penna y una niña fruto de su matrimonio se trasladaron a Buenos Aires.[6]
En tanto Penna al igual que su padre había ingresado en la masonería en1897.
En esta ciudad la situación sanitaria para internar enfermos infecto-contagiosos era la siguiente: la quinta de Leinit (así llamada por el apellido de su propietario que era médico) ubicada en las actuales calles Paraguay y Azcuénaga, fue utilizada para internar los enfermos de la epidemia de cólera durante la Guerra del Paraguay y posteriormente la de fiebre amarilla en 1871.
En 1882 Ramos Mejía, vicepresidente de la Comisión Municipal, durante una epidemia de viruela denominó a la quinta como “Casa Municipal de Aislamiento”. Pero la nueva institución sanitaria se desempeñó con enormes dificultades: carecía de algo tan elemental como una farmacia. Por esa causa los medicamentos eran provistos por el Hospital Buenos Aires que pronto se convertiría en Hospital de Clínicas dependiendo de la Facultad de Medicina. Su capacidad era de 40 camas que rápidamente quedaron colmadas. Al persistir la demanda hubo que agregar dos carpas en el jardín para aumentar la dotación, y luego alquilar un depósito vecino, cuyas condiciones sanitarias eran por demás dudosas pues antes había sido una grasería.[7]
En noviembre de 1883 se internó en el Hospital Español un marinero de esa nacionalidad afectado de fiebre amarilla. Con el recuerdo frasco de la epidemia de 1871, la Asistencia Pública, comandada por Ramos Mejía, organizó su traslado a las afueras de la ciudad. Se armaron así dos carpas a varias leguas de distancia, para el paciente y para el médico que lo asistiría asumiendo el riesgo de ser contagiado.
Ese peligroso cometido fue desempeñado por el Dr. José María Penna.
Al año siguiente (1884) vuelve a atacar el virus amarílico a partir del desembarco de varios afectados provenientes del Brasil, y otra vez Penna vuelve a repetir su auto internación con ellos. Pero esta vez ya había madurado en él la solución posible al problema. Ella era la creación de un hospital ad hoc con todos los requisitos para aislar a este tipo de pacientes.[8]
La idea propuesta por Penna era ya una muy autorizada opinión, pues él mismo era desde 1882 Subdirector para luego pasar a Director de la antigua Casa de Aislamiento. Al mismo tiempo de ejercer esos cargos, el Dr.Penna continuó con su carrera docente; en 1890 accedió al cargo de Profesor suplente de Patología Interna, y en 1893 fue Titular, ocasión en que dictó varios cursos de epidemiología. Así mismo en 1884 había sido incorporado como Académico de Medicina, corporación que presidirá posteriormente.
Durante su dirección y por su orden, se produjo, en 1884, en la Casa de Aislamiento la primera cremación de un cadáver de quien en vida había sido un enfermo de fiebre amarilla. La cremación era uno de los temas que producía más resquemores en la sociedad de aquellos tiempos, aunque estuviera sustentada por un principio higiénico de eliminar toda posibilidad de contagio a través del cuerpo del fallecido. Hacía mucho tiempo que desde el campo de la filosofía Descates realizó la distinción entre la “res extensa” (el cuerpo humano que solamente es una máquina como cualquier otra) de la “res cogitans”. Esta última era la sede de la razón y el pensamiento (y por extensión del alma) y no tenía sustento material. Por consiguiente, la “res extensa” perdía su papel de sacralidad como estuche del alma para ser solamente “una máquina”.
Pese a lo anterior, la opinión católica frente a la cremación interpretaba a la misma como un desafío al Creador, que había provisto un cuerpo a los hombres, que resucitarían con el mismo en el fin de los tiempos.
Es de imaginarse la polémica de la cremación con dos visiones tan opuestas acerca del tema. También era posible vaticinar que, si quien tenía la autoridad para disponer la medida era el masón Penna, la misma se llevaría a cabo.
Pero volviendo al problema de conseguir un lugar para ampliar los servicios de la Casa de Aislamiento, ya en 1883 el intendente Torcuato de Alvear, adquirió una ancha franja de terreno en el sur de la ciudad entre las actuales calles de Entre Ríos y Matheu. Allí se comenzó la construcción de 2 galpones de madera y techo de tejas a los que se agregaron luego otros, para la internación de este tipo de pacientes, con el nombre de Hospital de Barracas. Con el tiempo la experiencia demostró que este emplazamiento era el conveniente y la provisoria madera de las paredes dio paso a una más sólida construcción de material.[9] La construcción definitiva se realizó bajo la idea de una comisión dispuesta por la Asistencia Pública de la cual Penna formó parte y fue el encargado de presentar los planos para un hospital de 300 camas. [10]
La consolidación académica de la nueva Casa de Aislamiento tuvo un hito importante el 30 de junio de 1900 cuando Penna, ahora titular de la Cátedra de Enfermedades Infecciosas instaló su sede en ese Hospital. El cuidado de la educación universitaria no distrajo a Penna de contemplar otras necesidades educativas. También en 1900 se creó mientras dirigía el nuevo Hospital la Escuela Interna para los niños que pasaban largas estadías en el mismo.
La actividad de Penna continuó para luchar contra las epidemias que llegaban al país. En la recidiva colérica de 1886-87 aisló a los enfermos y contribuyó tan activamente a organizar la asistencia de estos, que recibió un Premio Municipal y una medalla de oro adquirida por suscripción popular. En esta epidemia hubo un contrapunto interesante entre las autoridades sanitarias. El problema comenzó el 30 de octubre cuando se detectó un paciente sospechoso de cólera que luego falleció. La Asistencia Pública designó a los Dres. Penna y Susini para estudiar el caso los cuales se inclinaron por el diagnóstico de cólera. El Departamento Nacional de Higiene sostuvo una opinión contraria, presionado posiblemente por la legación italiana que era la nación de bandera del barco, y por ello se concedió libre plática al buque que había trasportado al paciente.
El mismo tocó puerto en Rosario donde luego de su arribo se desató una epidemia con más de 1000 afectados.[11] Este suceso corroboró la opinión de que los cónsules de países extranjeros al abogar por los barcos de sus patrias pensaban más en los intereses económicos que en las consecuencias sanitarias.[12]
Nuevamente el cólera se presentó en 1894 y 1895 sin que un fino epidemiólogo como el biografiado pudiera encontrar un origen en un contacto fuera de nuestras fronteras. En 1896 detectó un brote de fiebre amarilla.
Por la misma época fue Vicepresidente y luego Presidente del Instituto Nacional de Higiene donde apoyó el desarrollo de los Institutos de Bacteriología y Química y la Sanidad Marítima. Así mismo fue el creador del Instituto de Puericultura que logró una notable baja en la mortalidad infantil.
En 1899 detectó un brote de peste bubónica que no fue advertido a tiempo por las autoridades. En su cátedra Penna reconstruyó la secuencia epidemiológica seguida por la epidemia y. como lo hacen notar Veronelli y Veronelli Corach,[13]en sus clases y en su libro sobre esta enfermedad como signo de lo moderno de su pensamiento, da prioridad en la cadena epidemiológica a la clínica sobre el dato de laboratorio.
Otra dificultad con un sanitarista enfrentó a Penna con Wilde. El hecho ocurrió en 1899 cuando Penna era vicepresidente del Departamento Nacional de Higiene y Wilde el presidente. A fines de año el presidente Roca estaba de gira oficial acompañado de Wilde mientras arribaba a puerto un navío procedente de la India. Penna (a cargo de la presidencia del Departamento) dispuso una detención cuarentenaria del buque para su inspección. Retornado Wilde liberó al buque desautorizando a su vice, lo que motivó la renuncia del mismo.[14]
En 1900 fue presidente del Departamento Nacional de Higiene y desde ese puesto bregó por que el Departamento tuviera a su cargo áreas que hasta entonces estaban en discusión con otras reparticiones. Esas áreas eran por ejemplo: sanidad animal, control bromatológico, y sanidad del agua además del tradicional control de los servicios de salud. Además, reorganizó el organigrama del Departamento en siete núcleos: administración, sanidad naval, sanidad terrestre, higiene escolar, industrial y social, deontología y policía médica, desinfección y saneamiento. También durante su gestión se iniciaron investigaciones acerca del T. cruzi, la lucha antipalúdica y la obligatoriedad de la vacunación antivariólica.[15]
Aunque Penna no era un político ocupó una banca de diputado por cuatro años en 1914 y en ese puesto presentó proyectos acerca de la vacunación obligatoria, la creación de estaciones sanitarias en todo el país, de defensa contra la lepra, de profilaxis del paludismo y de higiene en los ferrocarriles.
En 1916 Penna se jubiló pero continuó con su labor clínica privada hasta su fallecimiento el 29 de marzo de 1919. Según sus deseos fue puesto en un cajón de pino barato y sus restos fueron cremados.
Penna además fue un prolífico autor de libros de alto contenido científico entre los que pueden citarse: La viruela en América del Sur, El cólera en la República Argentina, Estudio sobre las epidemias de fiebre amarilla en el Río de la Plata, La cremación en América y particularmente en la Argentina, La fiebre tifoidea en Buenos Aires, La Administración Sanitaria y la Asistencia Pública de Buenos Aires (en colaboración con H. Madero), Atlas Sanitario, etcétera.
Finalmente cabe una última consideración: tal como ocurrió con el Dr. Bernardo Houssay, contrariamente a lo habitual Penna no hizo el viaje a Europa que los recién recibidos realizaban en su época. Por el contrario, su formación fue enteramente elaborada en nuestro país, lo que hace ver que el adelanto de los conocimientos en nuestro medio y la conexión bibliográfica con el exterior, permitían ya adquirir una suma de saberes de importancia en el nivel médico local.
[1] Agüero¸ Abel Luis; Milanino, Ana E.; y Álvarez, Graciela C. La Legión Agrícola Italiana y la Primera Epidemia de Cólera en la Argentina. Buenos Aires Revista del Mar. Órgano Oficial del Instituto Nacional Browniano. Año LII N°159 Noviembre de 2005.
[2] https.profilbaru.com/es/jose_penna
[3] Bibioteca Central Montes de Oca Fac, de Medicina UBA
[4] https.profilbaru.com/es/jose_penna
[5] Cutolo, Osvaldo. Nuevo diccionario biográfico argentino. Buenos Aires Elche. 1968.
[6] Hergenther, Germán. Artículo en el diario Info CÑ (info Cañuelas) Cañuelas Edición del 27/07/20
[7] Laval, Enrique. Anotaciones históricas sobre el Hospital de Enfermedades Infecciosas Francisco Javier Muñiz de Buenos Aires Argentina. Sgo. De Chile. Revista Chilena de Infectología. Agosto de 2012
[8] Laval, Enrique. Opus cit.
[9] Laval, Enrique. Opus Cit.
Pérgola, Federico. El Hospital Muñiz. Antecedentes para su historia. Buenos Aires. Revista Argentina de Infectología. 1994
[10] Pérgola, Federico. La Casa de Aislamiento. Buenos Aires Revista Argentina de Salud Pública 2.. En 1896 detectó un brote de fie010.
[11] Veronelli, Juan Carlos ; y Veronelli Corach, Magalí.Los orígenes institucionales de la Salud Pública en la Argentina. Buenos Aires Organización Panamericana de la Salud. Tomo 1 Pág. 240.
[12] Agüero, Abel Luis. La defensa sanitaria marítima en el puerto de Buenos Aires. Buenos Aires Revista del mar Órgano del Instituto Browniano. Año XXXVII N°135 Mayo de 1992.
[13] Opus cit Tomo 1 Pág260
[14] Veronelli, Juan Carlos ; y Veronelli Corach, Magalí Opus cit. Tomo 1 Pág,261
[15] Veronelli, Juan Carlos ; y Veronelli Corach, Magalí Opus cit. Tomo 2.