Dr. Carlos Chagas
Autor: Prof. Dr. Abel Luis Agüero
Director del Instituto de Historia de la Medicina de la Facultad de Ciencias Médicas (U.B.A.)
Es un lugar común cuando se trata de biografiar a Carlos Justiniano Ribeiro das Chagas mencionar que es prácticamente imposible en el campo de las enfermedades infecciosas encontrar otro autor que haya descubierto una enfermedad con su agente etiológico, su reservorio, su vector, su huésped, sus principales manifestaciones clínicas, su evolución a la cronicidad, y los principios de su epidemiología. Esta monumental obra que realizó Carlos Chagas merece entonces que estos conceptos se repitan en homenaje a su labor.
Carlos Chagas nació el 9 de julio de 1879, como el primero de cuatro hermanos en una hacienda cafetalera de Minas Gerais, que habían adquirido sus padres no muy lejos de otra que pertenecía a su familia materna.
Brasil se encontraba entonces gobernado por el Emperador Pedro II. Existía aún la esclavitud y las grandes y medianas fazendas eran gobernadas por sus dueños en un sistema cuasi feudal. En ese mundo rudo y a veces violento el padre de la familia cumplía el rol masculino tradicional. Pero su padre, de bastante más edad que su madre, falleció cuando él tenía cuatro años de edad.
Esto significó un duro golpe para la economía familiar, pues se consideraba que una mujer con cuatro niños menores no podría imponer el respeto, y en su caso el miedo, necesario para mantener las cosas en orden.
Sin embargo Mariana Ribeiro se negó a desprenderse de la plantación y con cierta ayuda familiar la vida continuó.
Ya en edad escolar Carlos fue enviado por su madre a educarse en un Colegio Jesuítico en San Pablo pero ocurrió un incidente que interrumpió sus estudios.
En 1888, en el último año de su gobierno el Emperador abolió la esclavitud y corrieron diversas noticias de rebeliones de esclavos.
Carlos con nueve años y un amigo sintieron que debían ir a sus casas para proteger a sus familias y escaparon del colegio. No tardaron mucho en ser descubiertos y devueltos a sus familias, por lo que su madre lo mudó a un colegio cercano donde terminó sus estudios preparatorios.
En 1895, apenas ingresado en la Facultad de Ingeniería, tuvo una larga enfermedad que lo regresó a su hogar. En su convalecencia un tío médico lo convenció de anotarse en Medicina, y en 1896 ingresó en la Facultad del ramo de Río de Janeiro.
En ese momento Río no era la pujante ciudad actual, según J. Leonard (Bol Of Sanit Panam 1103(3) 1991) la población (supuestamente registrada) del Brasil rondaba los 10 millones de personas y Río de Janeiro era un reservorio de fiebre amarilla, peste bubónica, malaria y otras enfermedades tropicales que debieron mostrar al joven estudiante el mal estado sanitario de su patria. Además, la ciudad carecía de electricidad y mostraba otras falencias.
Durante seis años Chagas fue un aplicado estudiante recibiéndose de médico en 1902. Uno de sus ex profesores le dió en ese momento una carta de recomendación para Oswaldo Cruz (1872-1917), que ese año inauguraba el Instituto Seroterápico conocido como de Manghinhos por el barrio en que se hallaba. En dicho Instituto elaboró su tesis doctoral intitulada Estudios hematológicos en el Paludismo, e inició su amistad con Cruz que sólo era siete años mayor que él.
Curiosamente Chagas no se quedó a trabajar en Manghinhos, sino que se trasladó al puerto de San Pablo para contener una epidemia de malaria que se había desatado. Allí introdujo para combatir al mosquito el uso del piretro. Su éxito fue tan grande que se adoptó el método en Brasil y gran parte de occidente.
Retornó a Manghinhos en 1906 desde donde realizó el resto de su carrera. Le fue encargada la lucha antimalárica en la cuenca del río das Velhas donde la enfermedad impedía el tendido de vías férreas.
Allí pudo observar, fuera del medio urbano, las condiciones de vida de la población pobre del Brasil.
Así respondiendo a un pedido del gobierno Chagas y un ayudante se establecieron en el mísero pueblo de Lassance e instaló el laboratorio y el consultorio en un vagón de ferrocarril.
Con las medidas impuestas por Chagas la epidemia cesó, pero era evidente que, de no modificarse las condiciones medioambientales, en cualquier momento la enfermedad volvería a instalarse. Es por ello que Chagas y su ayudante de apellido Penna, hicieron base en Lassance y desde allí observaron la ruta de los trazados ferroviarios futuros. Allí describieron el paludismo, deficiencias múltiples y aún enfermedades no diagnosticadas por falta de medios.
En esa gira por los diversos campamentos ferroviarios, Chagas conoció a un ingeniero que le llamó la atención acerca de un ectoparásito hematófago de hábitos nocturnos. Se trataba del que los naturales de la zona llamaban el barbeiro por su afición a picar en la cara, una de las zonas más finas de la piel.
Chagas y Penna lo identificaron como Panstrongylus megistus y Chagas decidió estudiar su ciclo biológico. Este insecto habitaba en las grietas del adobe que con barro y paja se construían las chozas para uso humano, así como entre la caña y las hojas de palma con que las techaban. Disecando su aparato digestivo Chagas encontró flagelados en el mismo. Los flagelados en la sangre de diversos animales ya habían sido conocidos a mitad del siglo XIX, pero para ver la importancia del descubrimiento Chagas remitió los preparados al Instituto Oswaldo Cruz.
Recibidos por Cruz dichos elementos fueron inoculados en una larga serie de animales demostrándose que los mismos se pudieron extraer de los animales inoculados y volver a cultivar.
Se había identificado entonces un agente patógeno al que Chagas llamó Esquizotripanum cruzi en honor a Cruz, y que hoy se conoce como Tripanosoma cruzi. Pero no solamente este trabajo estaba hecho: también se había identificado el vector, y la posibilidad de infestación y la recuperación del flagelado de la sangre de animales infectados.
Chagas publicó junto a Cruz estos resultados en El Brasil Médico en diciembre de 1908. En realidad, no hubiera correspondido el lugar de la publicación pues la misma se refería más a las ciencias naturales que a la medicina. Pero es de suponer que en Brasil no hubiese un lugar más adecuado que el ya dicho.
Además, pronto el caso entraría en el campo médico cuando Chagas descubrió una bebita de pocos meses en enero de 1909 con fiebre, adenomegalias, hígado y bazo palpables, y en cuya sangre aparecían los flagelados.
Avisado Oswaldo Cruz una semana después hizo el anuncio en la Academia de Medicina del Brasil, que envió una Comisión a Lassance donde confirmó los hechos y decidió dar un nombre a la nueva enfermedad. Se optó por unanimidad llamarla Enfermedad de Chagas en honor a su descubridor. Los honores se multiplicaron Chagas fue nombrado miembro de la Academia de Medicina de Brasil; en el exterior su reconocimiento fue unánime.
En 1912 se le otorgó el Premio Schaudinn dado cada cuatro años al mejor descubrimiento de patología parasitaria.
Por esa misma época (1917) comenzó una relación epistolar con Bernardo Houssay que se mantuvo por décadas.
Una vez descubierta la nueva enfermedad Chagas se dedicó a estudiarla y describirla. En 1909 apareció en las Memorias del Instituto Oswaldo Cruz su artículo Nova tripanossomiase humana en la cual describe la forma aguda de la enfermedad, aunque posiblemente sospechase también la crónica que no tenía entonces definida. Acompañado por el laboratorio desde Manghinhos realizaba estudios hematológicos, biológicos, anátomo-patológicos y otros semejantes.
Respecto a la forma crónica le llamó la atención la bradicardia con extrasístoles y el bocio que parecían tener los pacientes, atribuyendo al bocio los trastornos cardíacos hasta que desechó la idea. Afirmación que se confirmó cuando una autopsia en Manguinhos hecha por el afamado patólogo Vianna mostró que en el miocardio del paciente existían colonias de Tripanosomas.
En 1903 los estudios eléctricos cardíacos se vieron renovados por la invención del electrocardiógrafo por parte del profesor Willem Einthoven (1860-1927), y por su posterior comercialización de los primeros aparatos hacia 1908.
Desde 1922 Chagas poseyó un electrocardiógrafo con el cual tuvo la posibilidad de registrar las arritmias de los cuadros crónicos de los pacientes y completar su estudio. Asimismo, fue Chagas quien descubrió que el armadillo era el reservorio natural de los T. cruzi.
Finalmente, y cuando los estudios inmunológicos estaban en sus rudimentos fue Chagas el primero que sugirió la hipótesis de que las lesiones crónicas podrían tener ese origen. (Pedro Reyes López. Archivos de la Sociedad de Cardiología de México. Vida y obra de Carlos Chagas a 100 Años de la descripción de la enfermedad de Chagas Mazza. Vol. 79 N°4 1979).
Puede decirse que Chagas no prestó tanta atención a los casos de megaesófago o de megacolon que también ocurren en su enfermedad, pero en su apoyo está la indagación que realizó acerca del medio social de los afectados. La misma se plasmó en la obra Epidemiologia no vale de amazonas escrita junto a Oswaldo Cruz en 1913.
Mientras aparecían algunos casos aislados en otros países de la misma enfermedad, que confirmaban su existencia, pero con diversos vectores: 1911 Argentina y El Salvador, 1919 Venezuela, 1924 Uruguay, 1931 Panamá, etc.
En 1917 muere Oswaldo Cruz y Chagas pasó a dirigir el Instituto, lo que implicaba que debía trasladarse a Río y ocuparse de los numerosos asuntos sanitarios que implicaba el nuevo cargo.
Además, a sus obligaciones agregó de 1920 a 1924, el cargo de Director de Sanidad Pública. Durante su gestión debió implementar en 1918 la lucha contra la pandemia de Gripe Española, y luego cuestiones como la lepra, la tuberculosis, las endemias, o las enfermedades de transmisión sexual. Creó la Escuela de Enfermería, y difundió la especialización en Medicina Tropical.
Todas estas actividades ocuparon mucho del tiempo que Chagas dedicaba a la investigación; además el concepto de Enfermedad de Chagas fue cuestionado por diversos autores. Así por ejemplo se negó la existencia de la misma en el Chaco Argentino pese a que abundaban los Triatomas infectados. Lentamente el Mal de Chagas pasaba a convertirse en una discutible rareza. Probablemente el error de los investigadores consistió en que se buscaba la confirmación de la enfermedad en la detección de los triatomas en la sangre de los pacientes, ignorando que este hecho se produce pocos días durante la fase aguda y no en la crónica.
Además de todo lo anterior pesaba el hecho de que la enfermedad de Chagas era un constante reflejo de lo desatendida que estaba la calidad de vida en el interior del Brasil. Lo cual revelaba la desidia que los respectivos gobiernos tenían para las poblaciones menos favorecidas; la difusión de datos que mostraran este hecho no era interés de la política. Ésto puede explicar porqué la candidatura de Chagas al Premio Nobel en los años de 1913 y 1921 fue rechazada por los médicos y políticos brasileños.
Chagas mismo no ignoraba la situación. En una carta dirigida a Mazza que era en esos momentos su más firme partidario de expresaba en estos términos: Hay un designio nefasto en el estudio de la tripanosomiasis. Cada trabajo, cada estudio apunta un dedo hacia una población desnutrida que vive en malas condiciones, apunta hacia un problema económico y social que a los gobernantes les produce tremenda desazón, pues es testimonio de incapacidad para resolver un problema tremendo. No es como el paludismo un problema de bichitos en la naturaleza…Es un problema de vinchucas que invaden y viven en habitaciones de mala factura, sucias, con habitantes pobres, ignorados, mal nutridos y envilecidos, sin esperanza ni horizonte social y que se resisten a colaborar. Hable de esta enfermedad y tendrá gobiernos en contra… (Pedro Reyes López. Opus cit.).
Chagas continuó defendiendo la importancia de su enfermedad hasta su muerte súbita el 8 de noviembre de 1934.
No obstante los estudios de Mazza comenzaban a dar sus frutos: el mismo año de la muerte de Chagas y en el mismo Chaco Argentino donde años antes se decía que no existía el mal, demostró que el mismo era común entre los pobladores y un problema que aún hoy reclama su solución.