Dr. Salvador Mazza
Autor: Prof. Dr. Abel Luis Agüero
Director del Instituto de Historia de la Medicina de la Facultad de Ciencias Médicas (U.B.A.)
Si Carlos Chagas es el indiscutido descubridor de la enfermedad que lleva su nombre no caben dudas acerca de que, dado el letargo en reconocer si dicha enfermedad existía, y de su importancia en difundir su conocimiento, la acción de Salvador Mazza fue determinante para insertarla en el panorama sanitario mundial.
Hoy el Mal de Chagas configura una importante endemia americana que se extiende desde el sur de los Estados Unidos hasta la mitad norte de la Argentina. Afecta entre seis a ocho millones de personas especialmente de la clase humilde y presenta uno de los desafíos médico-sociales más importantes de la región. El haber iniciado los estudios acerca de la seriedad de este problema, y su difusión entre los médicos y la sociedad, es el logro más conocido de la acción de Salvador Mazza y la justificación evidente de la denominación de Enfermedad de Chagas-Mazza.
Nació Salvador Mazza el 6 de junio de 1886 en la Provincia de Buenos Aires, hijo de una pareja de inmigrantes sicilianos de muy escasos recursos y pasó parte de su infancia en Rauch. Pese a ello la generosidad de nuestro país, con su entonces de avanzado sistema de educación pública gratuita, le permitió acceder a su formación intelectual. De inteligencia precoz a los diez años de edad Mazza pudo terminar la escuela primaria e ingresar al prestigioso Colegio Nacional de Buenos Aires.
Concluido su ciclo secundario su primera elección fue la de ser oficial de la Armada Argentina. Pero su ingreso a la Armada se frustró en su examen de salud. Se ignora la causa del rechazo, pero es de especular que en aquellos tiempos el examen visual de ingreso debía ser perfecto. Mazza por el contrario presentaba una acentuada miopía.
No pudiendo ser marino se decidió por anotarse en la Facultad de Medicina de Buenos Aires en 1903. Por su endeble situación económica debió realizar algunas tareas para aliviarla entre la que se destaca la de Inspector Sanitario. Ejerciendo ese cargo ejecutó campañas de vacunación y otras actividades afines en la Provincia de Buenos Aires.
Se recibió de médico en 1910 y se doctoró al año siguiente con una tesis sobre Formas nerviosas y cutáneas del aracnoidismo apadrinada por Francisco de Veiga.
En 1914 se casó con Clorinda Brígida Razori, hecho que tuvo una importancia fundamental no solamente para su vida personal sino para la ciencia.
Clorinda no había finalizado sus estudios de maestra normal pero era culta, seria en sus tareas y hablaba varios idiomas y se convirtió en su asistente acompañando a su marido el resto de su vida. También suavizaba un grave defecto de su esposo: Mazza era irascible y cuando se enojaba podía tener expresiones por demás hirientes; además su contracción al trabajo era casi espartana, y cuando fue jefe exigía un verticalismo estricto. Forma de ser que le valió fuertes sinsabores y que justificaba una anécdota que decía que al casarse un viejo profesor le dijo a su esposa “Yo le enseñé medicina pero vos vas a tener que enseñarle educación”.
Poco después de recibido Mazza comienza a prestar servicios en el Laboratorio Bacteriológico Nacional (después Instituto Malbrán). Luego de una breve estadía en ese laboratorio se le encomendó atender el laboratorio del Lazareto de la isla Martín García.
El aluvión inmigratorio de nuestro país, con entrada por el puerto de Buenos Aires, conllevaba el peligro de que con los inmigrantes aparecieran epidemias en la República portadas por los mismos. Por ello se realizaban controles sanitarios antes del desembarco, y cuando aparecía un enfermo o un sospechoso de serlo se lo internaba en el pontón flotante Enrique del Visso y al resto de la tripulación se la mantenía en cuarentena en el Lazareto de Martín García.
Durante esa cuarentena en el Lazareto se buscaba la existencia de portadores sanos de las enfermedades que pudieran tenerlos, especialmente de cólera, varios de estos casos fueron encontrados por Mazza durante su desempeño.
En 1913 fue contratado para trabajar en el Laboratorio Bacteriológico el investigador germano Rodolfo Kraus, experto en vacunas y sueros.
Mazza comenzó a colaborar con ese maestro produciendo una vacuna antitífica para las fuerzas armadas argentinas conocida como la Kraus-Mazza. Paralelamente continuó manteniendo una relación académica con el Círculo Médico Argentino y con la Sociedad Argentina de Higiene Pública e Ingeniería Sanitaria de las cuales era socio, y donde publicó sus primeros escritos científicos.
En 1915 Mazza se incorpora como teniente primero a la Sanidad Militar al ser designado como jefe del Laboratorio del Hospital Militar Central. En este nuevo cometido su labor es tan destacada como para merecer que el Ejército lo comisione al año siguiente para un viaje a Europa donde, en plena 1°Guerra Mundial, debió estudiar todo lo atinente a la Sanidad Militar.
En Austria Hungría observa la organización de los hospitales de campaña móviles, elemento que, tal vez, fue uno de los que inspiró el futuro tren sanitario de la MEPRA. En Barcelona conoce a Jaime Ferrán famoso por haber inventado una vacuna anticolérica que produjo una cierta protección en los inmunizados, y en Berlín toma contacto con Augusto Wassermann creador de una reacción diagnóstica para la sífilis.
En el curso de esta gira conoció a Carlos Chagas que venía de descubrir la tripanosomiasis americana.
Vuelto al país ingresó como profesor suplente en la Cátedra de Bacteriología cuyo titular era Alois Bachmann. Además, pidió su baja del ejército para aceptar el puesto de Director del Laboratorio Central del Hospital de Clínicas, puesto que ocupó hasta 1922. En ese año a raíz de un problema con un subordinado, en el cual no fue apoyado por las autoridades, presentó su renuncia.
Ya integrado a la comunidad científica de nuestro medio participó de Congresos y colaboró en una obra llamada “Etiología, profilaxis y tratamiento específico de las enfermedades infecciosas del hombre y de los animales” en la cual intervinieron entre otros las plumas de Kraus, Penna, Houssay, Bachmann, Malbrán y otros científicos señeros. También fue delegado por nuestro país al congreso de Higiene, Microbiología y Patología de Río de Janeiro y presidió la Sociedad Argentina de Higiene y Microbiología, filial de la Asociación Médica Argentina.
El segundo viaje de Mazza a Europa se produjo a inicios de 1923 y tuvo como motivo principal estudiar lo que entonces se llamaban “enfermedades coloniales o exóticas”. Su primera estancia fue en el Instituto Pasteur de París donde trabó relación con Émile Brumpt, quien sostendría la evidencia de que la infección chagásica entra al organismo por la defecación simultánea a la picadura de la vinchuca y es favorecida por el rascado que produce la picazón. Se debe también a este parasitólogo la posterior invención del método de Bumpt usando vinchucas libres de tripanomiasis para el diagnóstico del Chagas. Posteriormente a su estadía parisina, Mazza pasa a visitar otros Institutos Pasteur instalados en las entonces colonias africanas francesas, y es en el Instituto de Túnez donde conoce a Charles Nicolle, quien ya había descubierto que el principal vector del tifus era el piojo y que por sus descubrimientos sería Premio Nobel 1928.
Mazza decide seguir en sus futuras tareas la metodología de investigación de Nicolle, especialmente la de trabajar en laboratorios instalados en las zonas endemo-epidémicas donde se producían los hechos. Luego de su estancia africana Mazza visitó la Escuela de Medicina Tropical en Inglaterra y diversos laboratorios alemanes para volver al país en 1924.
En su retorno a la Argentina aparece la ayuda del profesor José Arce, que pese a ser cirujano y ocuparse de temas médicos completamente separados, tuvo la grandeza de reconocer en Mazza a un talentoso investigador necesitado de apoyo. Así pues a su arribo fue nombrado Director del Laboratorio y Museo del Instituto de Clínica Quirúrgica del Hospital de Clínicas. Al año siguiente también con el apoyo de Arce y de otras importantes figuras médicas, Nicolle es invitado a venir al país arribando en octubre de 1925. Tras dar la serie obligada de conferencias acerca de sus investigaciones, el sabio francés busca la que, tal vez haya sido su principal fuente de interés: la ida al interior del país en busca de nuevas enfermedades regionales o sea “exóticas”. Así estuvo en Salta y Jujuy donde recolectó material antes de su vuelta a Túnez y entusiasmó a Mazza y a los profesores con los que trabó relación para el estudio de las enfermedades de la “Argentina profunda”.
Seguramente Mazza no habrá perdido el tiempo en proyectar y animar voluntades para ello. El resultado fue que a principios de 1926, José Arce como Decano de Ciencias Médicas, elevó a la Universidad un proyecto de crear una “misión de estudios de las patologías regionales” que dependería del Jefe del Laboratorio del Instituto de Clínica Quirúrgica, o sea Salvador Mazza.
Concomitantemente a este hecho Salvador Mazza partió al norte argentino para buscar apoyo regional entre los médicos de la zona. El resultado fue la creación de la primera filial de la primera filial (la de Jujuy) de la Sociedad Argentina de Patología Regional del Norte, la cual fue presidida por quien puede considerarse el patriarca de los estudios de medicina tropical en la Argentina, el británico Dr. Guillermo Cleland Paterson. Con el tiempo logró tener diez filiales de provincias que, a más de todo el NOA llegó hasta Cuyo y el Litoral. Gracias a ella y por medio de Mazza y su Misión se interconectaron colegas de distintas zonas, se difundieron conocimientos y se realizaron nueve reuniones científicas con exposiciones de alto valor médico en clínica y en investigación.
Finalmente, y luego de que se hicieran dos reuniones de la Sociedad de Patología Regional del Norte, en abril de 1927 se aprobó por la Universidad la creación de la Misión de Estudios de Patología Regional Argentina (MEPRA). El interés por el tema se internacionaliza; nuestro país es visitado por Brumpt y su connacional Langeron y Mazza es nombrado miembro de la Societé de Pathologie Exotique de París.
Mientras tanto se iban haciendo las obras de la sede de la MEPRA en Jujuy; Mazza no se mantenía inactivo, en 1926 publicó sus primeros diez casos de leishmaniasis cutáneas y encontró por primera vez tripanosomas en la sangre de un perro. Al año siguiente publicó su primer caso agudo de la Enfermedad de Chagas. Finalizando el año partió para participar en el Congreso Internacional de Medicina Tropical e Higiene en El Cairo, luego del cual realizó una gira por el Medio Oriente y Europa.
Luego de su regreso fue nombrado Miembro de la Sociedad de Medicina Tropical e Higiene de Londres y posteriormente de su similar alemana.
Entre tanto las obras de la MEPRA prosiguen y Mazza puede comprar los equipos que se instalarán en el edificio. En Jujuy realizó el primero de los nueve cursos para graduados, que dictará en diferentes provincias, a fin de capacitar a los médicos de la zona en el manejo de la clínica y el laboratorio de las enfermedades regionales.
Ya instalado en su sede jujeña Mazza traslada su residencia a esa ciudad con el grupo de sus colaboradores. Al mismo tiempo, como resultado de sus gestiones la Misión recibía un vagón de trocha angosta para dedicarlo a tren sanitario pues contaba con elementos para consultorio y laboratorio móvil que se denominó E 600. Ello dió la oportunidad de desplazamiento a los científicos por diversas zonas de la región. El tren de la MEPRA no solamente recorrió todo el norte del país sino que también efectuó estudios en los países limítrofes, como fue el caso de Bolivia. Para tener un órgano científico donde exponer la ya abundante producción científica de su grupo, concomitantemente a la tarea en terreno, se creó el órgano Publicaciones de la MEPRA.
Los años posteriores son de intenso trabajo y de enseñanza. Mazza, que particularmente no se abocaba a una sola enfermedad regional sino al conjunto de ellas, comienza a tomar cada vez mayor atención al mal de Chagas, pues comprueba la extensión del mismo y sus efectos deletéreos hacia la comunidad. Pudo probar, por ejemplo, la existencia de un gran número de casos en la zona del Chaco en la que en décadas anteriores una comisión brasileña había negado su existencia.
Además, al probar la realidad del Chagas crónico y de su dilatada difusión acabó con dos polémicas al respecto: que la Enfermedad de Chagas era una verdadera realidad nosológica, y que su difusión la trasformaba en una seria endemia regional.
En este punto resaltó la importancia de la lucha contra los reservorios y especialmente contra los vectores.
Concomitantemente con Chagas, Mazza interpretó que la tripanosomiasis americana era, no solamente una enfermedad biológica, sino que sus causas tienen una raíz social denunciando las malas condiciones de higiene y la vivienda inadecuada como motivo importante de su propagación. La Educación para la Salud fue entonces otro de los objetivos de la MEPRA que realizó numerosas campañas de extensión en las regiones afectadas.
Corolario de todo lo anterior resultó que en 1939 la tripanosomiasis americana fue el tema central del VI° Congreso Nacional de Medicina.
Es justo mencionar también que este esfuerzo, si bien era dirigido con total supervisión por Mazza ayudado por su cónyuge, tuvo eximios, sagaces y sacrificados colaboradores. De ellos merecen una mención los siguientes: Flavio Lorenzo Niño, Andrés Cornejo, Miguel Eduardo Jörg, la figura patriarcal de Patterson, y Cecilio Romaña el discípulo rebelde que finalizó su contacto abriendo un parecido Instituto patrocinado por la Universidad de Tucumán.
No es fácil imaginar los sacrificios sufridos por todos al tener que hacer largos viajes en el vagón sanitario mientras se esperaba cobrar sueldos atrasados por la burocracia, y resistiendo la opinión de colegas que pensaban que era un negocio inventar una enfermedad inexistente.
Es en los últimos años de los 30 y primeros de los 40 en que la MEPRA comenzó con los ensayos clínicos para hallar una droga o un tratamiento antichagásico.
En 1942 Alexander Fleming, Chaine y Florey encuentran la forma de producir penicilina en forma industrial. Mazza procuró poder hacerlo en la Argentina para conseguir ese raro antibiótico sólo disponible en el frente de lucha europeo.
Ante la indiferencia del Gobierno Nacional Mazza si produjo la droga en el país. Pero la inversión de capitales no se produjo para montar la industria. Los motivos oscilaron entre la falsa afirmación que no se podía hacer control de calidad, hasta preguntarse qué “negocio” habría en todo ello.
Mientras tanto comenzaron a haber roces cada vez más frecuentes entre Mazza y los médicos de Jujuy que hacían menos grata la presencia de la MEPRA en esa ciudad.
Los motivos pudieron ser múltiples pero, según los jujeños, eran por la falta de tacto de Mazza, su mal genio e hirientes provocaciones, y otros detalles como el haber acaparado al científico Chagas hijo en su visita a la provincia sin dar cabida a la comunidad médica.
Además en esos años del gobierno del General Farrel el apoyo a la MEPRA era muy poco.
Es así como se decidió el traslado de la MEPRA a Buenos Aires en 1946, año en que Maza viajó invitado a Monterry para participar de un Congreso y otras actividades en el resto de México.
Estando en Monterrey, falleció de un infarto agudo el 9 de noviembre de 1946.
En cuanto a la MEPRA siguió con los discípulos en forma decadente por falta total de apoyo, hasta que el Consejo Superior de la Universidad la disolvió el 15 de mayo de 1959.
En cuanto a la esposa de Mazza, Sra. Clorida Brígida Razori nunca logró obtener una pensión de viudez por lo cual para mantenerse debió vender los manuscritos de su esposo, lo que hizo temer la pérdida total de los archivos de la MEPRA.
En el año 2010 un grupo de investigadores de la Cátedra de Historia de la Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires pudo localizar una enorme colección de papeles y vidrios con preparados que podría ser el Archivo de la MEPRA , los clasificó y los publicó: “ Salvador Mazza y el archivo perdido de la MEPRA”, Norma Isabel Sánchez; Federico Miguel Pérgola; y María Teresa Di Vietro. El Guión. Acassuso 2010, obra fundamental que permite rescatar el conocimiento de la obra de Mazza y sus colaboradores.