Grandes figuras

Dra. Cecilia Grierson

Autor: Prof. Dr. Abel Luis Agüero
Director del Instituto de Historia de la Medicina de la Facultad de Ciencias Médicas (U.B.A.)  

Quien fue nuestra primera médica nació en Buenos Aires el 22 de noviembre de 1859 en Buenos Aires descendiente de una familia de inmigrantes. Su abuelo (William Grierson) era un escocés que en nuestro país residía en la colonia Santa Catalina en Monte Grande, única colonia escocesa en la Argentina. Su hijo, padre de Cecilia, se llamaba John Parish Robertson Grierson. Su ascendencia celta británica se completaba con su madre Jane Duffy  que era de origen irlandés. Cecilia fue la mayor de seis hermanos del matrimonio (otra mujer y cuatro varones) y sus progenitores, siguiendo una costumbre traída de Europa, eran propensos a la educación de sus hijos incluso de las hijas mujeres. Es así que en un ambiente de ideas liberales todos crecieron en una casa con abundante biblioteca.

Cecilia pasó sus primeros años en el Uruguay y luego se mudó a Entre Ríos donde su padre era hacendado. A los seis años concurrió en Buenos Aires a un colegio inglés donde terminó su educación primaria.

Pero los buenos tiempos estaban para acabarse para los Grierson, la guerra de López Jordán en 1870 afectó los negocios paternos, y dos años después su padre falleció cuando ella contaba con 12 años. De regreso a su hogar empobrecido y con cinco hermanos menores, su madre para subsistir abrió en lo que quedaba del campo familiar una escuela rural. La maestra era Cecilia que con catorce años aún no tenía título habilitante.

Estabilizada la economía de su casa un año más tarde se trasladó a Buenos Aires para recibirse de Maestra Normal, profesión que en la época era bien vista para señoritas. Mientras estudiaba se mantuvo trabajando de institutriz. Como dato curioso confesó que tuvo que alargarse  las faldas para parecer mayor. Finalizados sus estudios en 1878, su primer empleo fue el de maestra de la Escuela mixta de San Cristóbal otorgado por el Director de Escuelas Domingo Faustino Sarmiento. Gracias a su ayuda económica su familia también se trasladó a esta ciudad.

Todo parecía acomodado entonces. Cecilia manifestaba en sus cartas su decidida vocación docente y su alegría por estar junto a los suyos, pero un desdichado suceso turbó la paz. Su mejor amiga, Amelia Kening falleció en plena juventud, el golpe fue tan grande que por ello Cecilia decide estudiar medicina.

Conviene aquí hacer una digresión. Tal vez por los misterios de la sensibilidad humana también la muerte de una amiga íntima hizo que a principios del siglo XIX Elizabet Blacwell (considerada la primer mujer médica moderna de occidente) también decidiera dedicarse a nuestra profesión.

La decisión era por demás audaz para la época. Hasta desde un punto de vista moral ¿cómo una mujer iba a ver a un hombre desnudo que no fuera su esposo? Además las mujeres eran consideradas inferiores emocionalmente y de forma intelectual, como le contestaron por esa época a Mme. Déjerine (neuróloga esposa del gran neurólogo) varias universidades francesas. Aún en Estados Unidos, que se proclamaba tierra de libertad, el ingreso  de Elizabet Blacwell a la Facultad fue puesto a votación de los estudiantes quienes creyendo que era una broma contestaron afirmativamente. Si hubieran sabido que era en serio posiblemente otra hubiera sido la respuesta.

En la Universidad de Buenos Aires había ya un antecedente: en 1882 Élida Passo tuvo que recurrir a la justicia para poder ingresar a la Facultad de Medicina. Recibida de farmacéutica era una estudiante avanzada de medicina cuando falleció de tuberculosis.

En realidad salvo el prejuicio no había ninguna norma que impidiera a las mujeres ingresar a los estudios superiores, pero sí había un obstáculo administrativo. Para ingresar a la Facultad había que tener aprobado latín, materia que se dictaba en el bachillerato cuyos estudios solamente se seguían en colegios para varones.

Luego de una larga polémica finalmente Cecilia Grierson fue admitida en 1883. Es probable que su presencia en un ambiente exclusivamente masculino haya permitido desprecios y bromas groseras, pero no se sabe hasta cuánto. Al subir a la tribuna años después para defender su tesis, la Dra. Grierson en su introducción primero animó a otras mujeres a seguir su ejemplo, pero también agradeció las atenciones de sus compañeros a los que consideró como casi hermanos.

Durante seis años Cecilia cursó los estudios médicos desempeñándose asimismo como ayudante de histología. Las prácticas obligatorias de la carrera las realizó en el Hospital Escuela (llamado más adelante Hospital de Cínicas) donde conoció como profesor a Juan B Justo, y en 1888 tomó el cargo de practicante menor en el Hospital de Mujeres (hoy Rivadavia). En 1886 actuó como practicante en la Casa de Aislamiento durante la gran epidemia de cólera que afectó entre otros lugares del país a Buenos Aires

Egresada en 1889 defendió su tesis de doctorado, en ese tiempo obligatoria, intitulada Hístero ovariectomias ejecutadas en el Hospital de Mujeres entre 1883 y 1889. En la misma además de los aspectos clínico-quirúrgicos se ocupó también de los trastornos de conducta que, en su observación sufrían las pacientes intervenidas. Cabe recordar que para la época se suponía que la histeria era una enfermedad femenina en la que el útero tomaba parte en su etiología.

También entre sus intereses figuraba la relación con el Círculo Médico Argentino que era una entidad formada por los médicos más jóvenes y que propendía al adelanto de los conocimientos. En su seno creó la Escuela de Enfermeras, primera en América Latina en 1886 o sea antes de recibida, a la que dotó de un plan de estudios formal y en la cual instauró la obligatoriedad de un uniforme, elemento éste que prevenía la falta de higiene producida por la atención de los pacientes en ropa de calle. Dirigió esta Escuela hasta 1913.

También hacía falta que la novel médica se incorporara a un hospital para lo cual se adscribió al hospital San Roque (hoy Ramos Mejía) donde no pudo ser cirujana simplemente por su condición de mujer. Se orientó entonces a la obstetricia y la ginecología.

En 1891 fue miembro fundador de la Asociación Médica Argentina en la que al año siguiente creó la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios más tarde fusionada con la Cruz Roja Argentina. Otra de sus creaciones fue la Asociación Nacional Obstétrica de Parteras para propender a la formación de las antiguas comadronas, las que instruía a través de la Revista Obstétrica que comenzó a publicarse en 1901.

Fue asimismo Vocal de la Comisión de Sordomudos, Secretaria del Patronato de la Infancia, e Inspectora del Asilo  Nocturno.

En 1900, siguiendo sus ideas feministas, fundó el Consejo Nacional de Mujeres de la República Argentina, al que renunció en 1910 por sentir que se había convertido en una institución para el prestigio de las que lo integraban y no para los fines fundacionales. También se deben a su esfuerzo la creación de la Escuela Técnica del Hogar y el Liceo de Señoritas, siempre propendiendo a la elevación de la mujer en la sociedad. Curiosamente también formó parte del grupo fundador de la Sociedad Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social. Cabe aclarar que la biotipología, ideada por el endocrinólogo italiano Nicola Pende, era en realidad una teoría que pretendió superar a las ideas lombrosianas y que tuvo su auge a principios del siglo XX en nuestro medio para luego ser descartada. Es de suponer que todas estas ideas que finalizaban en una discriminación fatalista de las personas no concordaban mucho con el pensamiento de Grierson.

Como publicista su obra Masaje Práctico de 1897 la coloca junto con el Dr. Ernesto Aberg como los precursores de la kinesiología argentina. Otras de sus obras son: Educación de la Mujer, Primeros Auxilios en Caso de Accidentes e Indisposiciones Repentinas, La Educación del Ciego y Cuidado del Enfermo, Guía de la Enfermera y Cuidado de Enfermos, y otras más.

Lo que sí le fue negado a la Dra. Grierson fue la docencia universitaria. Siendo una joven de 35 años se presentó a concurso para ser profesora substituta para la cátedra de obstetricia para parteras. Pero ese concurso fue declarado desierto y no hay porqué dudar de la afirmación de Grierson de que lo fue ante la evidencia que ella debió ser la ganadora. En esa época los médicos habrán sentido terror de pensar en una mujer jefa de cátedra o a cargo de una jefatura de sala. Pese a este amargo rechazo Cecilia Grierson no cejó en su deseo docente. En 1904 y en 1905 dictó en la Facultad dos cursos de Gimnasia Médica y Kinesiterapia, precursores de los que después sería esa profesión; además fue docente adscripta de la Cátedra de Física Médica y Obstetricia. Aunque no fue una actividad docente universitaria cabe destacar que fue miembro del Consejo Nacional de Educación de 1892 a 1899.

La incansable Cecilia Grierson tuvo tiempo para dedicarlo a sus tareas feministas. Políticamente, en un tiempo en que las mujeres no votaban, era miembro del partido socialista. Hizo viajes a Europa y a Cuba. En el viejo continente  participó del Congreso Internacional de Mujeres realizado en Londres en 1899, donde fue nombrada vicepresidenta. Regresada a Buenos Aires fundó junto a Petrona Eyle y Elvira Rawson de Dellepiane (otras pioneras de los estudios médicos) la Asociación de Mujeres Universitarias en 1910, y posteriormente presidió el Primer Congreso Feminista Internacional de la República Argentina.  Gracias a sus gestiones consiguió algunas mejoras del estatus femenino: de incapaces legales como se consideraba a las mujeres Grierson y otras feministas consiguieron que fueran capaces de manejar sus dineros propios y otros avances similares, pero aún el derecho de voto les fue negado.

En 1913 renunció a la dirección de la Escuela de Enfermería al cumplir 25 años de médica, y en 1914 dejó sus actividades docentes para jubilarse con una magra pensión.

En 1924 su interés se volcó al estudio de las aves argentinas haciéndose miembro de la Sociedad Ornitológica del Plata. En sus últimos años se le declaró un cáncer de útero, enfermedad que tanto había estudiado en su tesis doctoral. Se trasladó entonces a Los Cocos en la Provincia de Córdoba donde falleció el10 de abril de 1934, aunque fue inhumada en Buenos Aires.