Recuerdos y reflexiones sobre el Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari, de la Universidad de Buenos Aires

Prof. Dr. Guillermo Semeniuk

“Vivimos y sentimos más allá de lo que podemos expresar en palabras”.

En el ejercicio de la memoria la nostalgia nos invade, por lo que debemos procurar la máxima fidelidad de lo vivido, para mejorar el presente y proyectar hacia el futuro.

Habiéndome recibido a fines de 1965 en el viejo Hospital de Clínicas de Buenos Aires, concurrí por consejo de un residente del Instituto , el Dr. Ricardo Davidson, al Instituto de Investigaciones Médicas —actualmente Instituto Alfredo Lanari.

Me recibió el director del Instituto, el Profesor Titular de Clínica Médica Alfredo Lanari, quien me preguntó por qué quería hacer la residencia en ese lugar.

Mi respuesta fue breve: “Aprender medicina”; la respuesta de Lanari también fue breve: “Si usted es capaz, lo hará”.

Nunca dejé el Instituto hasta la actualidad, y no me arrepiento de esa decisión. No sé qué diría Lanari hoy.

En aquel momento, en el Instituto se tomaba examen para residencia de forma independiente del resto de la ciudad.

Ingresaban a primer año cuatro residentes, de los cuales solo dos pasaban a segundo, y de ellos, únicamente uno se convertiría en jefe en el tercer año. Esto provocaba competencia generalmente sana como en el deporte, pero también como en toda competencia leal, ayuda mutua y mejora en el rendimiento grupal.

Solíamos salir a comer en los “bodegones” del barrio y al fin de cada periodo los jefes invitaban a los residentes a una cena.

El Dr. Jorge Firmat regalaba un cenicero al jefe de residentes saliente, como irónico símbolo que a partir de entonces podría fumar, algo que estaba absolutamente prohibido en el ámbito del Instituto.

También se armaban partidos de futbol los fines de semana en el segundo patio, que seguramente eran una vía de descarga de competencias en lo médico. Viví casi 4 años en el instituto; un mediodía salí con traje de casamiento rumbo al registro civil.

No había residentes de otras especialidades y, según palabras de Lanari, “Todo el Instituto debía funcionar como si fuera una terapia intensiva”.

Se atendían también pacientes psiquiátricos, quienes no tenían un sector separado de los pacientes clínicos porque, según Lanari, así ocurre en cualquier sociedad.

Las historias clínicas se guardaban en carpetas de aluminio, con un modelo que Lanari había copiado de hospitales de Estados Unidos.

Estas historias tenían hojas de distinto color, cada una correspondiente a un ítem específico: anamnesis, examen físico, consultas, resultados de análisis de laboratorio e informes anatomopatológicos.

Las consultas debían actualizarse periódicamente y eran realizadas por distintos especialistas, quienes debían ver a los pacientes en sus camas.

A cada paciente, al ingreso, se le debía realizar un examen odontológico y una prueba de Mantoux.

En el Instituto se llevaban a cabo tres ateneos semanales, los que aún se mantienen: el clínico, el anatomopatológico y el quirúrgico.

Este último se realizaba los sábados por la mañana, y se podía asistir vestido de elegante sport, sin guardapolvo.

Los ateneos eran dirigidos de la siguiente manera: el clínico por el Dr. Lanari; el anatomopatológico por el jefe de servicio, Dr. Ricardo Paz; y el quirúrgico, de forma alternada, por los cirujanos,  Dres. Mahels Molins, Gilberto Gallo Morando y Marcelo Torres Agüero.

Lanari asistía todos los días de la semana y realizaba la recorrida de las dos salas en un día fijo: en un piso, la sala de mujeres; en el otro, la de varones.

Durante estas visitas, escuchaba el relato del residente sobre la historia clínica, la opinión de los distintos especialistas y, por último, la de los jefes de clínica: Dres. Alberto Agrest, Henri Teiltelbaum, Jorge Rodo —quien además era el jefe de trasplantes— y Juan José Podestá.

El Dr. Alfonso Ruiz Guiñazú, hermano mayor de la famosa periodista Magdalena, era el jefe de Riñón Experimental y fue quien llevó al Instituto el primer riñón artificial, modelo Kolff.

Gracias a este avance, además de poder dializar pacientes con insuficiencia renal aguda, el Instituto comenzó a realizar trasplantes renales.

El jefe de la sección  Riñón Artificial era el Dr. Jorge Firmat, muy amigo de Lanari. uno de los pocos que lo tuteaban.

El equipo quirúrgico para trasplantes estaba dirigido por el Dr. Molins, junto al Dr. Gallo Morando y al Dr. Torres Agüero.

A todo fallecido se le practicaba la autopsia y los informes de las mismas, dados por los Dres. Paz, Barcat, Costa y Hernández, se discutían en los ateneos de los viernes.

En el Instituto se procuraba mantener un índice cercano al 100 % de autopsias de los fallecidos.

Esto proporcionaba un gran aprendizaje sobre las enfermedades y patologías observadas en vida, especialmente en una época en la que no existían la ecografía, la tomografía computada ni la resonancia magnética.

Otra característica destacable del instituto era su biblioteca, donde se encontraban revistas tales como “Nature”, “Science”, “Lancet” y “New England”. Los libros se podían retirar, así como las revistas, durante las veinticuatro horas del día.

El Servicio de Neurología dirigido por el Dr, Bruetman y, posteriormente por el Dr. Salomón Muchnik -años después decano de Facultad de Medicina- alojó en su momento a dos hermanos con distrofia muscular de Duchenne, los que en alguna manera fueron el origen del Servicio de Enfermedades Neuromusculares, dirigido por el Dr. Eduardo DeVito.

El Servicio de Hipertensión y Hemodinamia, al cual pertenecí, tuvo como primer jefe al Dr. Alberto Agrest; en ese servicio se realizaron los primeros cateterismos en el ámbito público.

En las salas de internación todos los especialistas consultados debían consignar  en la historia clínica, un resumen de opiniones sobre las posibles dolencias, con actualizaciones periódicas. Estas quedaban archivadas en las carpetas de historias con tapas de aluminio.

Los ateneos eran de presencia obligatoria: los miércoles clínicos, los viernes anatomopatológicos y por muchos años los sábados los quirúrgicos;  estos últimos pasaron luego a los lunes.

Los residentes aprendíamos no solo clínica, sino muchas técnicas de laboratorio, pruebas de compatibilidad pre-transfusional y hasta necropsias.

Formaban parte de la educación las conferencias dictadas por invitados nacionales y extranjeros, no solo expertos en medicina, sino también  personalidades de la cultura como Jorge Luis Borges o Ernesto Sabato; actores como Norma Aleandro o integrantes de Les Luthiers.

Luego se incorporaron proyecciones de cine, con comentaristas enviados por el cineasta Manuel Antín, preferentemente de películas con cierta relación con temas éticos en medicina.

La Experiencia Pedagógica Curricular

La Experiencia Pedagógica Curricular fue según opinión de muchos, una de las mejores en la historia de nuestra facultad, lamentablemente finalizada en 1976…

En este plan los alumnos ingresaban al Instituto desde primer año de la carrera y todas las materias eran dictadas por los especialistas de cada sección.

En mi caso, enseñaba fisiología, principalmente cardio pulmonar.

Se utilizaban además distintos animales de laboratorio: perros, cobayos, ratas, etc.

Avanzados en lo básico, los alumnos asistían a las salas de internación, acompañando a los médicos de planta y a los residentes.

En este punto de la historia caben varias preguntas: ¿Porqué se suspendió la experiencia curricular? ¿Cuál fue el resultado pedagógico según el aprendizaje de los alumnos cursantes? ¿Se podría repetir hoy una experiencia semejante?

Llegados a nuestros días, sigo perteneciendo al Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari, ahora como Profesor Titular Emérito, asistiendo a los ateneos, en general de manera virtual.

Para concluir, no puedo dejar de mencionar que también convive en el instituto una unidad ejecutora del CONICET, con intercambio constante con los otros sectores y con la promoción de la incorporación de los residentes a la investigación clínica, gracias al impulso constante del  Dr.Basilio Kotsias y de quien escribe esta pequeña reseña.

Profesor Dr. Guillermo Semeniuk
Mayo 2025